Los otros días apareció la información de que un director renunció a sus funciones, en una escuela de San Isidro, porque un alumno le había levantado la mano.
Creo que los docentes están pasando por una situación de desgaste que debe revertirse cuanto antes, para que la educación vuelva a tener un lugar relevante en materia de desarrollo de las personas -sobre todo de los más necesitados- y de la comunidad.
El maestro ha perdido autoridad en el aula (y fuera de ella cuando debe intercambiar cuestiones con los encargados de los chicos) y esto no es malo pero tampoco es bueno.
Seguramente por el hecho de que hay años de desinversión en Educación, salarios atrasados, nuevas problemáticas (asistencia en lugar de pedagogía en los establecimientos), ha bajado la exigencia por parte del docente. Pero también es menor el nivel de conocimientos y experiencia de los docentes.
Estas bajas son en detrimento de los alumnos pero también de los docentes. Si el docente no recompone su liderazgo para ser referente y guía de los alumnos, tanto desde lo pedagógico como desde lo vivencial en general, terminará siendo un instrumento de las políticas del Estado, y de los intereses de los dueños de los colegios privados.
Y como sabemos, los intereses del Estado, en Educación, no siempre están puestos en las necesidades de los alumnos; y los intereses de los dueños de las empresas educativas no siempre consideran primero y fundamentalmente lo pedagógico.
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